Image Hosted by ImageShack.us El Camaleón

4/07/2004

T O R N A S O L y e l F U E G O

(las miradas del asesino de perras negras)



I

eo.
Lo que quiero decir,
es que mi cara la sostengo
como un espejo roto
como palomas a levantar el vuelo
como fogata al viento.
Que un círculo revuelto
atraviesa mis costillas y mis dedos,
que la noche tiembla
y me marea su revuelo.

Que se aligera la bruma
Como un cielo oscuro y espeso.





II

Recostado, dormitando de tedio
todos los hombres que soy
se ponen a hacer otras cosas.
Uno piensa, sentado en la esquina
de la cama;
otro está a mi lado, espera
el momento justo de salir
a la calle; otro brinca
a mi costado;
otro se pone a soñar
en audaces fragancias;
y yo, con el que me toca
ser hoy
pienso en el de mañana,
mientras el asesino
me cierra los ojos.





III

Se fragmenta
se fragmenta
se fragmenta
se fragmenta
se-frag-men-ta
se fragmenta el mar
en olas como plumas.
En cantos como el canto.
Se fragmenta la noche
en estrellas, en miradas
de vidrios rotos.
se fragmenta tu cuerpo…
en tus senos-
en tus nalgas-
en tu boca-
Se fragmenta, yo lo sé
he estado ahí.
He estado reviviendo
en tu cuerpo, he escuchado
los cantos de tus pieles,
he amado más a tu seno
derecho que al izquierdo,
he engañado a tu boca
con tu ingle
justo en el momento
en que reías y gritabas
para después permanecer
impávidos.

Nuestros cuerpos se han
fragmentado de nosotros,
sólo saben jugar.
Y nos olvidan en sus memorias de carne.





IV

Una mujer, siempre.
Es un barco en una laguna negra
y un cielo extremadamente claro,
una búsqueda sin orillas y relámpagos
sordos a las tres de la mañana.

¿Qué se busca? Nada.
Se busca la búsqueda,
como se canta el canto.

Es una pelea mortecina
donde se es prisionero por veces
y cárceles de cuerpo.
Son escaleras acomodadas de tal forma
y perspectiva que se antoja besarse
en el vacío. Es una pelea sangrienta
y en la calma, se ama violentamente.

Una mujer siempre
es un disparo apreciado,
una herida doble,
un paso a cualquier parte.





V

Te deshaces.
Miremos abajo de tus senos
arriba de tus caderas
entre tus costillas
del lado izquierdo,
sobre la blanca piel
de tus caricias.
Te deshielas, tibia.
Sigamos los caminos,
las rutas
las sendas
los accesos.
Miremos atrás de tu rodilla,
de la más cálida.
Todos estamos ahí,
varios estamos aquí.
Algunos jugamos en tu hondonada
como si la vida se nos fuera en ello,
otros sólo miramos
tus claros desiertos
y tenemos ese brillo en los ojos
de los locos y los enamorados.
Te desintegras, y vienes a mirarnos
y a jugar en tu exterior.
Te tomamos una de tantas manos
y nos sentamos en tu tobillo,
miramos, ambos y otros
nada en silencio.
Te disuelves,
y mis tantos silencios
se vuelven ecos
de desierto a playa,
de enjambre
a langostas
de libélulas
a aves.
De tu tobillo a mi mano
me deslío
como hormigas en una cresta
y viento
me disgrego.
Somos partículas de un rumor
en los territorios
de tus cuerpos
de tu cuerpo.





VI

Un hombre duerme…
sus Vagabundos se afeitan sus largas barbas,
un perro está tirado a su lado
una pequeña niña le acaricia el lomo,
el hombre que duerme
manda a sus Protectores a que resguarden
las ventanas de los neones de la calle,
se sublevan sus Borrachos
pero sus Gentilhombres sacan una botella
de ron barato y unas cartas sobre la mesa,
hablan de política sus Neófitos,
y uno de ellos con un libro de una sola mano
con la otra va deteniendo el mundo.
El hombre duerme apaciblemente
se siente reconfortado de su polifonía,
su Asesino le cuida el cuello con la mano izquierda,
su Prestanombres ha llegado golpeado (jodido)
pero rápidamente su Escapista le tiende una frazada
y en el piso lo hace dormir
mientras otros hombres lo cuidan como a un Prodigio.
Su Golpeador discute con su Trabajador,
una sirena del río de cemento
pasa aullando velozmente
de ella se baja una multitud de dos hombres,
setenta de ellos ingresan en su cuarto
y le gritan: ¿Usted conoce al Secuestrador!
Todos se callan. Él contesta: no-lo-cre-o. Yo dormía…





VII

Imagino a una pelirroja, que pasa, y se pasea
Ella me dice: “Pienso que piensas: que mis cabellos son serpientes de lava, y sus ojos son rubíes de luz”
Y yo con todas mis voces le digo: “¡No, nunca pensé eso!”
Pero no estoy seguro si lo pensé. Como un bosque en que las hojas silban cientos de canciones, y el murmullo que despiden es un río de olas eólicas, en donde la melodía no es extraña, sino un rumor veterano de tornasoles estrofas que nos habitan
Entonces una de mis voces levanta la mano y dice: “Yo estoy. Canto el canto que canta, inevitable. Como un respiro profundo, interminable”
Y cientos de voces se levantan a una misma vez, y con diferentes notas y alientos, en un mar mayor, que cada ola, en sus diferentes ritmos, ha creado.





VIII

Mi madre es también un navío
que las rendidas olas regresan
a tierra; también es la noche
mirando con su ojo incierto
como bestia pendiente;
también es abandono a la deriva
sonrisa cáustica
pies de roca.

Mi madre tiene también el corazón
partido por la mitad,
un relámpago-hombre se encargó
de cerrar sus puños,
de besar sus labios: enmudeció.

Yo los amo, navío y relámpago,
los amo ardientemente
el fuego.
Pobres viejos,
¿qué ocurrirá?
cuando mi cuerpo sea ceniza
y nada de ellos quede.





IX

Alguien más ha abandonado el arenal de hueso
algunos pocos
no hemos subido al barco
nuestros pies nos mantienen erguidos
¡ C u i d a d o !
viene una ola con su aliento de polvo
hierve de batracios
de cuerpos y miembros.
Nos golpea delicadamente con la sal de su sudor.
Me ha arrancado una pierna
y la mitad del otro
huele a seco.
No queríamos subir al barco
aquí estábamos
a brazo-sol-partido
y aunque nos ahogábamos de desierto
nuestros ojos eran húmedos.
No sé cuánto tiempo nos quede.
Estamos hacinados
agazapados
deseamos sangre.
No sé cuánto tiempo nos quede
estamos aprendiendo
del dulce olor de nuestros cuerpos
del hambre
sobre el otro
de las cruentas mordidas
en las espaldas
y el hilito de sangre
perlando nuestros labios y dientes.





X

Las miradas del asesino de perras negras
son el caleidoscopio con que te amo
son los peces
las flores
el movimiento vivo
en nuestras bocas.
Son olas tragándose al mundo,
son sierpes en celo
en el nudo divino.
Somos nosotros,
mientras un e c o
retumba en un despeñadero lejano.





Marco Antonio Gabriel García.