Image Hosted by ImageShack.us El Camaleón: 03/14/2004 - 03/21/2004

3/16/2004

I
Nada de esta orilla ha quedado.
Relámpagos de tu boca a mi pija
de lluvia de tu vientre.
Nada ha quedado de esta orilla del pantano.

II
Nos cuidamos demasiado,
corrimos entre las calles oscuras
bebidos de la mano
dormimos bajo pequeños monumentos
y nuestro sueño era claro y conciso.
Cuando el mundo se repitió
nos reconocimos despiertos
ojerosos
el rostro tirado entre muecas.
Ligados en el vacío de nuestros genitales
como colibrí y mariposa
creció la lluvia
y el follar por miedo al olvido.
Nada ha quedado.
Como tantas veces.

III
Que se repita el mundo
como golpe seco
como eterno cansancio.
Que se rehagan los pantanos
mil veces mil.
Que sea la mano de cualquier dios
la que una nuestros cuerpos
fragmentados.


Marco Antonio Gabriel García.

Pola

El vientre de Pola,
un cielo negro con estrellas gordas,
un pez en olvido
chocando cadenciosamente contra
los fantasmas del agua.

Pola,
la muerte de la gladiola.

Y digo la muerte,
por no decir que su cuerpo fue habitable;
Pola,
como cualquier cosa
que cae pesadamente en el cerebro
que golpea con sus miles de aguamarinas
quemantes.
Ácido en las entrañas.

Un dolor de ira en la saliva que riega margaritas,
saberse no existente,
paso seguido de sudor y palabras.

Pero hoy es aquí y ahora.
Y ahora no hay terrenos fértiles,
sólo Pola
como negación de la vida y
dulce consuelo a la muerte.

Pola es la estrella de su pezón izquierdo
es la grieta de sus caderas
es el silbido del aire entre sus labios
es la mirada ajena
mientras jadea bajo mi cuerpo.

Pola es más allá que el tiempo.

Es olvido premeditado
es conejo por liebre amante de pastizales.

Soy tiempo dividido
entre las pieles olvidadas de Pola.
Soy la resurrección del tedio agazapado
en espera de la presa.

Es Pola la que existe dormida
en mis arenas,
mientras yo duermo en las sales,
y lloro
como si la muerte
hiciera caso de cenizas
del puerto.


Marco Antonio Gabriel García.

3/15/2004

A la perfecta e impecable alcohólica.

Ven a sentarte conmigo, Évelyn, a la orilla del río.
Moja tus manos en mi cuerpo, soy finito
y duro poco.
¿Me escuchas? Soy el rumor de nada que brilla
alejado de las palabras reales.
Constante y aletargado. Un hilo de miedo en
el pecho, soy agua, ola, pequeño olvido prodigioso.
Zumbido entre las aguas. Soy finito. Tengo miedo.
Siéntate conmigo a la orilla del río, tu mano
de seda tal vez me absorba.
Soy finito y de agua, las olas me están
ahogando.

Marco Antonio Gabriel

Escolopendra

--Escolopendra, dije.
Me mueve en lo más mínimo
que Escolopendra contorsione follaruca
en donde no estoy.

Después de todo la he pateado
once veces, destrocé sus dos rodillas
dos veces al querer agrietarla en mi cama.
Adiós tristeza.

¿Escolopendra dije?
No sé lo que es escolopendra,
sólo sonidos sin alma salen de mi boca.
Es verdad que ya no amo a Escolopendra
pero ¡Que buenas tetas tiene mi amor!

Es real que no tiene alma mi brazo
pálido izquierdo, pero ¡que buenas tetas
de terciopelo tiene mi amor!

Estás en lo cierto al saberte deseada Escolopendra
pero la soberana es esta botella de licor.
Espera... ¡Que buenas tetas de terciopelo
y vuelta tiene mi amor!

Escolopendra. Te injurio.

A todos les digo que no importa,
que prefiero bailar la Polka de Marijuana,
que tienes buenas tetas,
que hola botella de licor;
pero es porque no me has llamado
y tu rostro se me olvida,
o se hace más claro en mi interior.


Marco Antonio Gabriel García.

3/14/2004

La razón de Río

La razón de Río
es un telescopio eléctrico
de lentes rotos,
una mujer de terciopelo
oscuro en un marco de luz,
una mano temblando
y pequeños tesoros plásticos.

--Nacimos, Río,
cuando el mundo guardó
un minuto de silencio.
Ese silencio es nuestra sangre.
Balbuceamos
las primeras palabras
de baba verde
y ya nada fue silencio.

--Río, fuimos engendrados
en la guerra de las palabras.
De esa guerra,
Están hechos nuestros ojos
que pueblan todo.
Ya nada fue lo mismo.
Huestes de niños morados
llegaron de lejos,
en extrañas lenguas
anunciaban cataclismos
y la época nueva.
Eran los nuevos profetas.

Dicen que en el camino
fueron devorados.

--Crecimos Río,
impecablemente
tristes
un baño de sangre
era la época de la época
de la época nueva.

Río:
--Tenés razón.
Fuimos engendrados,
nacimos y crecimos
cuando el péndulo
fue minado,
entonces una brillante
explosión de vidrios negros
vestía las pieles.

El silencio
era el vuelo de una
libélula estática.

Nos hinchamos como
moscas panteoneras
y nuestros baños de pureza
es la laguna de los cuerpos.

Tenemos por mirada
el trapecio de un calidoscopio.

--Sólo una cosa.
Yo no te conozco,
por qué me hablas.

Marco Antonio Gabriel.

X
Las miradas del asesino de perras negras
son el caleidoscopio con que te amo
son los peces
las flores
el movimiento vivo
en nuestras bocas.
Son olas tragándose al mundo,
son sierpes en celo
en el nudo divino.
Somos nosotros,
mientras un e c o
retumba en un despeñadero lejano.





Marco Antonio Gabriel García.